Miércoles 7 de agosto de 2013

A SALA LLENA

Realizamos el 2do Encuentro del Seminario "Feminismo y Socialismo"

A sala completa realizamos un nuevo encuentro del Seminario que impulsamos desde Pan y Rosas sobre Feminismo y Socialismo. Este encuentro estuvo a cargo de Celeste Murillo, miembro del en el Instituto de Pensamiento Socialista Kart Marx, y Ceclia Mancuso, estudiante de Sociales-UBA, ambas impulsoras de Pan y Rosas.
Mujeres de distintas facultades, estatales, jóvenes trabajadoras nos encontramos para hacer un recorrido de las principales gestas en las que las mujeres demostraron una vez más, estar a la cabeza. Y lo hacemos porque, como planteamos desde un comienzo, queremos estudiar no sólo para conocer más la experiencia de estas mujeres, sino también para sacar las mejores conclusiones y transformar la realidad.

Celeste Murillo@rompe_teclas

A sala completa realizamos un nuevo encuentro del Seminario que impulsamos desde Pan y Rosas sobre Feminismo y Socialismo. Este encuentro estuvo a cargo de Celeste Murillo, miembro del en el Instituto de Pensamiento Socialista Kart Marx, y Ceclia Mancuso, estudiante de Sociales-UBA, ambas impulsoras de Pan y Rosas.
Mujeres de distintas facultades, estatales, jóvenes trabajadoras nos encontramos para hacer un recorrido de las principales gestas en las que las mujeres demostraron una vez más, estar a la cabeza. Y lo hacemos porque, como planteamos desde un comienzo, queremos estudiar no sólo para conocer más la experiencia de estas mujeres, sino también para sacar las mejores conclusiones y transformar la realidad.

Las mujeres en la Comuna de Paris

En 1871 se llevará adelante la primera experiencia de Estado obrero en la historia, conocida como la Comuna de Paris. Cuando el general Thiers, al frente de la Asamblea Nacional, acepte la derrota frente al ejército prusiano, las masas parisinas sitiarán la ciudad formando las milicias de la Guardia Nacional, poniéndola bajo su control durante 59 días. En esas semanas tomarán medidas radicales y avanzadas para la época como la separación de la Iglesia del Estado, la revocabilidad de los cargos en la función pública, etc.

Habían pasado ya exactos 82 años de la Revolución Francesa. Como vimos a través de la vida de Flora Tristan, por esos años regía en Francia el Código Civil napoleónico, “uno de los instrumentos burgueses más restrictivos del status social femenino, ya que despojaba a las mujeres de cualquier derecho, sometiéndolas enteramente al padre o al marido. No reconocía las uniones consensuadas y los hijos que nacían de esas relaciones eran considerados bastardos. Las mujeres estaban privadas del derecho al voto, mientras las trabajadoras sufrían, además, la explotación en condiciones de vida miserables. El código establecía que las mujeres eran propiedad del marido y que su rol social era exclusivamente el de ser madres”[1]

El 18 de marzo de 1871, las mujeres estuvieron al frente de la resistencia y conformaron el batallón 61 de la Guardia Nacional, con ellas empuñando las armas. Fue Louise Michel quien dirigió ese batallón pero detrás de ella, 120 mujeres cuyos nombres no pasaron a la historia a pesar de haber combatido con enorme valentía. La mayoría de ellas murieron peleando. Al momento de recibir su condena, “Louise Michel se presenta ante los jueces pidiendo para sí la muerte. Al igual que sus hermanos de clase, reivindica morir en el Campo de Satory donde, en la noche del 27 de mayo, millares fueron masacrados por las tropas de Versalles. Mantiene una actitud heroica ante el tribunal, ejemplo de firmeza y convicción revolucionaria, rechazando a los abogados designados y presentando su defensa personalmente. Ante el tribunal que la condenaba, declaró: ‘Pertenezco enteramente a la Revolución Social. Declaro aceptar la responsabilidad de mis actos. Hay que excluirme de la sociedad y se les dice a ustedes que lo hagan. Ya que, según parece, todo corazón que late por la libertad sólo tiene derecho a un poco de plomo, ¡exijo mi parte! Si me dejáis vivir, no cesaré de clamar venganza y de denunciar, en venganza de mis hermanos, a los asesinos de la Comisión de las Gracias’”.

Las huelgas de las obreras textiles, un símbolo de la época

Ya en 1857, un 8 de marzo, serán un grupo obreras textiles las que salgan a las calles por la reducción de la jornada de trabajo de 12 hs y aumentos de salario, desatando una huelga en cuyo homenaje Clara Zetkin propondrá, en 1910, que se conmemore el Día de la Mujer Trabajadora.

1909: En Nueva York se lleva adelante una huelga de obreras textiles, que será conocida como la “huelga de las obreras niñas”. Una de sus dirigentes será Clara Lemlich, por entonces de sólo 16 años.

1910: en la Conferencia Internacionalista de Mujeres que se lleva adelante en Berna, Clara Zetkin, revolucionaria y miembro del Partido Bolchevique, propone que en honor a las obreras de 1857 se conmemore el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer.

1911: la patronal provoca un incendio en la fábrica para calmar a las huelguistas provocado por la patronal de la Triangle Shirtwaist Company. Mueren 140 obreras; el crimen de la patronal se transforma en símbolo de lucha. Miles de personas despiden los restos de las obreras.

1912: un grupo de obreras textiles en Lawrence, ciudad que se concentra la producción textil estadounidense, salen a la huelga en reclamo de la jornada de 8hs, los salarios pero también de las condiciones de trabajo. La IWW (Asociación Internacional de Trabajares del Mundo) organiza a los hijos/as de las obreras también para apoyar a sus madres en la lucha. Cuando deciden enviarlos a casas de familiares y amigos para protegerlos, la policía desata una brutal represión al tren que los llevaría a las afueras de la ciudad. Se la conoció como la huelga de Pan y Rosas cuando James Oppenheim, poeta y activista afiliado al IWW tomó una de las consignas en los carteles de estas obreras, donde decían “queremos el pan pero también queremos las rosas”. Elizabeth Gurley Flynn fue una de las dirigentes que se destacó al frente de esta huelga. Al igual que la pelea de Flora Tristan, Elyzabeth dijo “puedo decir honestamente que en cada batalla que he estado como comunista, como miembro de grupos de mujeres, peleé por la liberación de las mujeres junto con mi batalla por el socialismo".

El comienzo de la revolución rusa: la Jornada de febrero

El 23 de febrero de 1917 (8 de marzo para el calendario occidental), se preparaban en Rusia las celebraciones del Día de la Mujer, como actos y movilizaciones en los principales centros industriales. Pero Rusia hacía tres años que sufría las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, que mandó a 10 millones de varones al frente de batalla y empujo a millones de mujeres al trabajo en el campo y en las fabricas (se calcula que en 1917 el 50% del proletariado estaba compuesto por mujeres). Y entones, también serán las obreras textiles las que se lancen a una huelga, empalmando con los obreros de Putilov y con las largas colas de mujeres que hacían colas para conseguir comida. La consigna que resonará fuertemente durante los 5 días de insurrección que voltearon al Zar será “pan, paz y trabajo”. Como dijo León Trotsky en Historia de la Revolución RusaA nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la revolución. Ninguna organización hizo un llamamiento a la huelga para ese día. (…) Es evidente, pues, que la Revolución de Febrero empezó desde abajo, venciendo la resistencia de las propias organizaciones revolucionarias; con la particularidad de que esta espontánea iniciativa corrió a cargo de la parte más oprimida y cohibida del proletariado: las obreras del ramo textil, entre las cuales hay que suponer que habría no pocas mujeres casadas con soldados. Las colas estacionadas a la puerta de las panaderías, cada vez mayores, se encargaron de dar el último empujón.”

Octubre del ‘17

La revolución de Octubre, que culminará con la toma del poder de los soviets, abre para las mujeres y el conjunto de trabajadores y campesinos un horizonte impensado hasta el día anterior a la insurrección.
Dos ideas centrales recorrían el pensamiento de los bolcheviques, al frente del Estado obrero, respecto a las leyes que crearía este Estado, en general, y en particular respecto a los derechos de las mujeres. El primero es que la igualdad ante la ley no garantiza la igualdad ante la vida, y el segundo, que las leyes creadas por el Estado obrero son transicionales, es decir, son pensadas para que desaparezcan.

Entre otras medidas, se otorga a las mujeres el derecho al divorcio, el derecho al aborto, y se proclaman leyes que tienden a la igualdad jurídica aunque toda la generación bolchevique al frente del Estado obrero estaba convencida de que esto era insuficiente si no se buscaba mediante hechos garantizar esa igualdad “en la vida”.

A través de las diferentes medidas que impulsarán los bolcheviques durante los primeros años muestran claramente que la emancipación de las mujeres era una tarea central de la revolución y no una cuestión ad hoc. Esta convicción se mantendrá incluso, a pesar de las duras condiciones económicas.

Los debates sobre matrimonio, trabajo doméstico, cuidado y educación de niñas y niños recorrerán al Partido Bolchevique durante el primer año de la revolución. Existían muchas visiones sobre la mayor o menor radicalidad que debían asumir en la legislación civil, pero todos coincidían en que la misma debía tender hacia un único objetivo: la emancipación de las mujeres, en particular, las trabajadoras.

Los 4 pilares de la visión bolchevique

La visión bolchevique sobre la emancipación de las mujeres se apoyaba en 4 pilares: las mujeres debían incorporarse a la fuerza de trabajo; para esto sería necesario liberarlas de la “doble jornada”, socializando las tareas domésticas; la extinción de la familia y el amor libre. Estas medidas mantenían una relación estrecha entre sí y guiarán la política y las medidas por el Estado obrero, expresadas en el nuevo Código de Familia.

Uno de los principales objetivos sería la institución de la familia que, una vez despojada de sus funciones económicas por la socialización creciente de las tareas domésticas, empezaría a debilitarse permitiendo, a su vez, que surgieran uniones realmente entre iguales, basadas en el afecto y el respeto mutuo.

Además de las medidas y debates que atravesaron los primeros años, sobre el final del encuentro abordamos algunos aspectos de la reversión que significó la política de la burocracia estalinista al frente del Estado. El retroceso que significó el complejo proceso de burocratización del Estado incluyó desandar el camino que había emprendido la generación revolucionaria de 1917. Como parte de liquidar el legado revolucionario del bolchevismo, se eliminaron todas las conquistas relacionadas con la emancipación femenina. En lugar de buscar la extinción de la familia, la burocracia la fortaleció; en lugar de garantizar el derecho de las mujeres al trabajo y la educación, para incorporarse a la vida política, las mujeres fueron devueltas a la maternidad y la familia.

La contrarrevolución impuesta por el régimen de Stalin no fue la continuidad inevitable del bolchevismo –como muchos enemigos de la revolución socialista lo quieren presentar-, sino su propia negación.




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